Después de haberme permitido casi doce horas de sacar todo mi dolor por los poros, vuelvo a ser yo misma. No me arrepiento ni me avergüenzo, el dolor tiene una función muy importante en la vida: significa que hay que curar algo, puede ser una herida en la piel o una herida en el corazón. Sólo si reconoces el dolor eres capaz de hacer algo por mitigarlo. Sólo si dejas que los que te quieren vean tu dolor pueden darte mercocrima y ayudarte a superarlo.
Ese es mi dolor en su máxima expresión, creo que antes nunca me había dejado ver tan a fondo a mi misma, a mi parte herida.
Pero hoy ha sido otro día, termina lleno de una tranquila tibieza, Elio mejora lentamente pero sin dar pasos atrás, he jugado con él hasta hacerle reirse a carcajadas (la risa es una fantástica terapia para mover la mucosidad del pulmón por que provoca tos) sus cosquillas favoritas son mordisquitos en los pies y en las manos, pero no desprecia una buena costillada. Le he hecho su fisioterapia respiratoria, hemos jugado con narices verdes de payaso y le he acariciado la suave (suavísima) piel de la espalda hasta que se ha dormido, hemos recibido las visitas con mucho cariño porque las agradecemos de corazón y hemos luchado como leones con los aerosoles de salbutamol. A veces imagino nuestras conversaciones en estos casos mientras él se arranca la mascarilla (mamá, que no) y yo insisto en ponérsela (Elio, que si) y entonces se come las gomas (pues mordisqueo todo) y yo se las saco de la boca (Elio, que eso no alimenta), y entonces me echa la mano a la cara con una intención muy clara (pues te arranco las gafas y las hago volar) y no hay tiempo de más antes de pensar (¡Elio, no!) y la mascarilla ya no está en su cara pero recupero mis gafas y vuelta a empezar. Elio ha ganado esta batalla demostrando que es mucho más rápido que yo y que tiene una puntería impresinante. Al final, apoyo su espalda en mi pecho y, mientras con un brazo le sujeto su brazo y la mascarilla, con el otro le sujeto el otro brazo y le hago unos malísimos malabarismos con las narices de payaso que resulta que le dejan hipnotizado el resto de la nebulización.... Luego llega la comida ( que no) (que si) (que no) (Elio, pruébalo) (pues me atraganto) (pues te lo meto por la sonda de la gastrostomía pero sin comer no te quedas). Se siente, 1 a 1, mamá gana esta vez.
Y luego han venido papá y Paula y se me ha llenado el corazón de alegría: por fin volvíamos a estar juntos un ratito en una habitación de hospital y Paula besa a Elio y a las enfermeras y quiere verlo todo y tocarlo todo pero está contenta por que por fin sabe donde está su hermano cuando está malito y quién le cuida y, sobre todo ¡La habitación tiene un teléfono con un cable larguísimo que se enrrolla!.
Decimos adiós a papá y a Elio y al día dejando atrás las luces de navidad de Madrid y las del túnes de la M-30.
Ha sido un buen día y el dolor de ayer hizo su trabajo: me devolvió la fuerza para ser yo misma de nuevo.